Mire usted...

Creía que veía bien, pero me di cuenta de que no era así. Así que fui a comprarme unas gafas.

- ¿Quiere usted unas gafas de lejos o de cerca?

- Qué buena pregunta, no estoy seguro.

- Bueno, es sencillo, ¿tiene usted problemas para ver las cosas cuando están cerca o cuando están lejos?

- Si, parece sencillo. Veamos...me pondría las gafas de cerca para mirar a las personas y poder captar toda su belleza. Pero seguro que con esas gafas no me gusta mirar el planeta. Es tan bonito visto desde lejos...

- Pues nunca lo había visto de esa manera.

- ¿El planeta?

- No, la elección de unas gafas. Bueno, ni el planeta tampoco, para ser sincero.

- Pues créame que cambia mucho.

- Ya imagino ya.

- Pues no lo imagine, puede probar a verlo y no tendrá que imaginarlo.

- Lo haré, lo haré. Y bien, ¿decidió ya qué gafas querrá?

- Lo cierto es que no. Ay, si no hubiera pasado tanto tiempo a oscuras ahora no tendría tantos problemas con la vista!

- Le entiendo.

- No creo, usted sigue a oscuras. No puede entenderme.

- ¿Cómo? yo nunca he tenido problemas de visión. Imposible.

- Hágame caso, que se lo que me digo. Ha pasado mucho tiempo a oscuras y ya se ha acostumbrado.

- Veo perfectamente.

- ¿Ve igual de lejos y de cerca?

- Por supuesto.

- ¿Ve? ahí está precisamente el problema. Ve igual de lejos que de cerca. Ya no distingue. Está a oscuras.

- ¿Y qué puedo hacer?

- Mire...

- Si, le escucho.

- No, nada más. Mire. Eso es todo lo que tiene que hacer.

- ¿Cómo?

- No se conforme con ver, mire. O mejor, admire.

- Creo que empiezo a entender.

- Cuando consiga mirar, al principio le cegará, y luego necesitará unas gafas, como yo.

- Bueno, y entonces, ¿qué gafas quiere?

- Ja ja ja. No se ponga nervioso. No es grave. ¿Sabe? quédese usted con las dos gafas, las necesitará más que yo. Yo vendré más adelante a por ellas, puede que ya no las necesite.

- Ah, pues muchas gracias.

- Es usted admirable. Buenos días.


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