Si yo soy tímido,...¿entonces ellos?

4
COM
Siempre fui un chico tímido. Mucho. Y lo sigo siendo. Cuando era peque mi hermano me hacía mucha sombra, porque él era un chico muy gracioso, con desparpajo y extrovertido. Tenía una facilidad asquerosamente entrañable para convertirse en el centro de atención de cualquier reunión, pero de una manera natural, sin forzar, con un gracejo innato sin parangón. Y eso me hacía sentirme un poco pequeño a su lado. Sí, es verdad, a él le toco la alopecia tempranera y yo era más agraciado físicamente, pero a él le toco la gracia y la chispa de mi padre mientras yo heredaba la testarudez de mi madre.

Y ahí estaba mi padre, otro gran referente para mi, por lo gran persona que es el tío. Siempre amable, siempre generoso, siempre divertido. Lo que yo no llegaba a comprender es porque se auto proclamaba como una de las personas más tímidas del mundo...¿cómo? Pero si hablaba con todo el mundo. Y cuando digo todo, ¡es todo! Y no se le notaba un ápice de vergüenza, lo hacía como si lo disfrutara. Pero luego le preguntabas y te decía que era muy muy tímido. Y yo pensaba para mis adentros: "si mi padre es tímido...¿entonces yo?"

Así que a mi me tocó lidiar con esa extraña fuerza del cosmos que le hace a uno comportarse de forma extraña ante la gente, callarse frases-por meritorias que fueran-, transpirar en exceso...lo que se dice ser un auténtico capullo. O al menos así me llegaba a sentir yo mismo cuando después, en la soledad de mi habitación, ponía la película en la moviola y analizaba todas esas situaciones, y me arrepentía de no ser un poco más lanzado.

Ese análisis era duro, no lo voy a negar, pero al menos me permitió luchar contra ello. Y es que así como en la guerra es básico conocer bien a tu enemigo, prevenir su ataque, detectar su presencia, yo al menos había conseguido eso, ser capaz de identificar claramente mi tara, ser capaz de no justificarla ni hacerla parecer menor de lo que era. Cuando ves una foto tuya tienes dos opciones: pensar que no puede ser, que en realidad no eres así, o decir que "bueno, es que no soy muy fotogénico"; o puedes asumirlo y mirarte a ti mismo y pensar "esto es lo que hay, te guste o no". Verdad verdadera.

Hacerme conocedor de la realidad a la que me enfrentaba me permitió al menos paliar un poco los daños colaterales que causaba una tara como esa. Y bueno, no sin dificultades, conseguí convertirme en una persona que, en determinados círculos, es capaz de desinhibirse bastante, a veces hasta demasiado. Estoy muy lejos de haberlo superado, aún hay infinidad de situaciones en las que preferiría que la tierra me tragase o en las que de nuevo me descubro a mi mismo convertido en un inepto social. Pero oye, pudo ser mucho peor. Ya te digo.

Toda esta reflexión me ha venido a la cabeza hoy porque hay en mi trabajo algunas personas que son aún más tímidas e inseguras de lo que yo llegué incluso a serlo de adolescente. Y me he dado cuenta de que con ellos no consigo actuar con normalidad, me cuesta mucho tirar de ellos, ponerles las conversaciones en bandeja y actuar con naturalidad. Y me da rabia porque en su día también me hubiera gustado que me echaran un cable a mi con esto. Son como autómatas temerosos que interactuan lo justito para "cumplir" con su función social y ya. Y me da pena. Me da pena haber sido así (y seguir siéndolo) y que haya otros sufriendo lo mismo, porque lo sufren, seguro.

Ojo. Tampoco es que defienda una falta de timidez total. De hecho no me gustan esas personas que todo lo hacen (sobre)actuando, y en las que todo resulta tan excesivo como el número de entregas de Harry Potter, tan cargante como un borracho de taberna, tan fingido como un orgasmo en una peli porno.

Bueno, pero de esos ya hablaré otro día.